Después de muchos años de rodar la bola esa de que los hombres descienden de los monos, un reciente estudio científico hecho al DNA extraído de los huesos de un hombre de Neandertal pone en duda tal afirmación e incluso sugiere que genéticamente somos demasiados distantes para ser descendientes de aquellos.
¡Finalmente se le hizo justicia a los monos!
Porque una cosa es vivir con el estigma de ser los padres adoptivos de Tarzán, pero otra muy distinta que lo califiquen a uno como la fuente originadora de semejante degeneración.
¿Puede imaginarse la terrible desilusión sufrida por esas criaturitas luego de la hazaña de bajarse de las ramas, arrastrarse encorvado, erguirse sobre las extremidades inferiores para finalmente recaer en odontólogos sin diploma, periodistas, vendedores de seguros, taxistas, chofer de diablos rojos(busetas) o políticos de baratillos?
Definitivamente la ciencia se ha reivindicado con este estudio que , aparte de sus implicaciones prácticas, termina corrigiendo un entuerto que ella misma inició desde el primer momento que le encajó a los comebananas la culpa de todas las desgracias terrestres.
Sin embargo, después de semejante reivindicación queda una pregunta sin contestar: ¿De dónde proviene el hombre? ¿ En qué lamentable incidente se coló la raza humana en el teatro de la historia natural? Porque no es posible que ahora, después de tantos años de pendejadas evolutivas, resultemos huérfanos en nuestros orígenes.
Por ahí persisten unos despistados en sus argumentos de que somos resultados de una chispa divina. Pero, viendo el bochornoso espectáculo de Bush y su sarta de mentiras para aniquilar Irak y los delirios eternizantes y monárquicos del rojo suramericano, yo diría que mas bien somos el producto de un lamentable cortocircuito en la creación.
¿A quién se le puede ocurrir que somos hijos del cielo cuando hemos sido capaces de crear partidos políticos, ministerios, caricaturistas y, además, hablar con el mayor desparpajo de socialismos del siglo XXI?
Hay que ser ingenuo para sostener aún que somos la cúspide de la creación cuando ya hace rato que nos desbarrancamos hasta el mismísimo fondo del abismo de la desverguenza y de las políticas amañadas. Nomás dele una mirada a su entorno y vea el espectáculo de los maraqueros políticos, los expresidentes desempleados, los corredores interminables y los magistrados renegando de las conductas morales por mordisquear sus jugosos aumentos salariales.
Quienquiera que sea el padre de la raza humana, ha de estar bien escondido huyendo de la verguenza de sus hijos, y...
¡Santo Dios! De la que se salvaron los monos.
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