Como si los Hyundai y el universo Daewoo ya no fuera suficiente, Corea nos vuelve a sorprender con una creación de muy amplísimas posibilidades.
De la mano – o mejor escrito: de la sesera- del científico Il Keun Kong, un grupo de estudiosos de la Universidad Nacional Gyeongsang y de la Universidad Nacional Sunchon de Corea del Sur ha dado a luz, en el estricto sentido de la palabra, a dos especímenes muy particulares. Dos pequeños descendientes del célebre Silvestre que a vainas más importantes que corretear al pesado de Piolín, se dedican a destellar en la comunidad científica precisamente por eso: por brillar en la oscuridad cuando son puestos bajo la luz ultravioleta. ¡ Jamás Frankenstein alguno en la historia de las ciencias pensó en una creación tan revolucionaria para el futuro de la humanidad!
Y aunque los burócratas del Ministerio de Ciencia y Tecnología del país asiático –incapaces de vusualizar la grandeza del trabajo en cuestión- ya han cacareado la acostumbrada conclusión de que dicho evento podría ayudar a desarrollar curas para las enfermedades genéticas de los humanos, algunos grupos más aventados que los orientales se relamen pensando en otros usos de mejor provecho.
Por ejemplo, dicen algunos, todos los infantes amantes de los maulladores ya no vivirán el calvario que significa buscar junto a sus adormilados padres, a la mascotita que se extravía por esos recovecos de Dios precisamente a la hora de dormir. Con apagar las luces y seguirle las huellas a ese reflejo fluorescente que brota bajo la cama o detrás del refrigerador bastará para regresar a los brazos de Morfeo con la añorada mascota en brazos.
Ya incluso hay grandes empresas de generación eléctricas metiéndole cráneo a los nuevos usos y beneficios que pueden proporcionarles estas criaturas de la luz. Si la producción en serie de los mininos resulta más barata que la generación hidroeléctrica, los paisajes citadinos serán liberados de esos horrorosos tendidos eléctricos y en su reemplazo volverán las antaño románticas farolas. Media docena de gatos coronando los románticos aparatejos en una pequeña jaula donde fluorescencias rojas, verdes, azules, púrpuras...serán la delicia de novios y amantes. Ciento de estos artefactos dibujándole un nuevo contorno a las noches citadinas y, por qué no, a las pueblerinas. Que el amor y las hormonas requieren de estímulos sin subestimar los niveles de prosperidad o de civilización.
Pero, la madre de todos los usos lo propone un grupo de ONG’s y organizaciones ciudadanas preocupadas por los rumbos de la política actual.
De igual forma que los animalitos reseñados logran este increíble efecto de brillar en la oscuridad gracias a una proteína añadida luego de algunas manipulaciones transgénicas, todos estos grupos preocupadísimos por el extraviado rumbo de nuestra vida pública proponen inocular la mencionada característica en todos los miembros de la fauna política. Y no con la esperanza de que brillen para encandilarnos con una inteligencia siempre ausente en ellos, que ya suficientemente lo logran con sus tejemanejes y los escandalosos espectáculos que día a día nos dejan caer desde las alturas de sus desfachateces sin fin. Se conseguiría, mas bien, que el brillo que emitan ayuden a la ciudadanía ubicarlos y señalarnos cuando los encuentran en las calles. Permitiría la destellante característica que sean fácilmente vigilados y reconocidos cuando intenten sacar provechos del puesto sufragado por los votos y dineros ciudadanos, precisamente cuando intentan enriquecerse y construir fortunas dudosas por intermedios corruptos. Ayudaría, en fin, a sorprenderlos infraganti cuando introducen maletines de dinero para financiar campañas políticas con no tan buenos aires, sufragar grupos terroristas o cuando le deschavetan las riquezas –petroleras o no- a los países que aún sufrimos el subdesarrollo de estos lares.
Los gatitos coreanos, señala el informe del equipo científico, lucen una fluorescencia rojiza en todo su organismo: piel, pelo, músculos, cerebro, corazón, hígado, riñón, pancreas, pulmones, estómago, intestinos, lengua e incluso en sus excrementos. Todo en ellos resplandece. Si Il Keun Kong, cráneo líder de estos experimentos, quiere verdaderamente revolucionar la ciencia humana, debe aplicarse a lograr el sueño del mundo tercermundista: que la caca de los gatitos, además de brillante, carezca de olor. Eso nos haría más llevadera a una clase política que si bien corrupta e incompetente, por lo menos nos sorprendería por inodora.
jueves, 20 de diciembre de 2007
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