sábado, 1 de diciembre de 2007

Risotadas de venganza

¿Qué justifica que un ser humano tome un lápiz, una hoja de papel, y se ensañe con las lacras éticas y morales de otro ser humano al que, quizás, ni siquiera conozca en persona?¿Resentimiento?¿Crueldad?...Por supuesto que no. Sólo son gajes del oficio. Porque si bien en sus albores, allá por los tiempos de Da Vinci y Aníbal Carraci, la caricatura enfatizaba, recargando el lápiz, las deformidades físicas de sus modelos, a estas alturas del cuento los cultivadores contemporáneos del género hemos desviado nuestro enfermizo placer hacia las deformidades del carácter. Y al hacerlo hemos topado con una mina de oro para beneficio del humor, porque si algo abunda en este destartalado mundo son las deformidades del carácter. Mírese nada mas al Bush hijo, armando todo un sainete y poniendo los recursos de la nación más poderosa del mundo a dispocisión de la venganza pendiente de "papi Bush".Aunque no puedo negar el placer que produce la burla cáustica, el dardo satírico destinado a esos personajes que nomás asumir sus puestecitos, se embriagan de la estupidez que siempre va de la mano con el poder, no puedo dejar de repetir con Larra que "somos satíricos porque queremos criticar abusos, porque quisiéramos contribuir con nuestras débiles fuerzas a la perfección posible de la sociedad a que tenemos la honra de pertenecer". Y claro que si en el camino nos pagan por desperdigar nuestra bilis burlesca, pues, sarna con gusto no pica...Algunas veces, como en mi caso, se llega a la caricatura como una venganza contra el pasado. Contra ese pasado pletórico de maestros y profesores solemnes, verdugos de la jocosidad juvenil y esclavos del ceño fruncido. Con un pasado semejante no se puede llegar, si se tiene una pizca de rebeldía, a otro oficio que no sea el del humorismo.Asumimos, como Guille, el caricaturista chileno, eso de " quiero al mundo, sufro por él, y lo critico porque me importa,siempre en la esperanza de que la crítica ayude a un cambio para mejor ". Sin embargo, flaquea alguna veces el optimismo del oficio.Sobre todos por estas latitudes latinoamericanas, donde el bolsillo de los políticos corre más rápido que los principios éticos; donde comprobamos a diario que, en eso de la corrupción, estamos muy bién acoplados al resto de la humanidad. Al final, como un eco, nos queda la letanía jaculatoria del mexicano Rius que lamentaba que "cada vez hay más corrupción y cada vez tratamos peor a los políticos, pero ni así se logra cambiarlos. Resulta frustrante el oficio".Menos mal que lo único que queremos cambiar, algunos, es el cheque de gratificación...¡ y el maldito vhs por uno de esos modernos artilugios de dvd!No faltará quien pueda decir, sin miedo a pontificar, que la caricatura es una sátira gráfica, de la mejor o peor estirpe, preñada de exageración formal, que arremete contra el poder, en cualquiera de sus manifestaciones, con la única finalidad de sacudir la libertad adormilada y sacar de su marasmo a la conciencia crítica del lector. Si no va acompañada de algunos tintes éticos, su autor es solamente un habilidoso artista, que no podrá repetir con Juan XXIII: " el sentido del humor es un deber para con el prójimo".Yo seguiré caricaturizando por diversión, por bilis, por venganza contra una humanidad que no me permitió nacer, sino rey, al menos multimillonario; porque eso del trabajo, como buen católico, sígolo considerando una maldición, una hipoteca con la que me despojaron de mi paraíso perdido.

No más visitas, por favor...

No hay nada más tenebroso que las visitas hospitalarias. Tan tenebrosas son como las intervenciones quirúrgicas. O quizás más aún.Esa caterva de individuos que puntualmente se asoman a las salas de hospital a visitar a un pariente, amigo, vecino, o, en el más increíble de los casos, se aparecen al garete, con la esperanza de simpatizar con algún enfermo solitario que les agradezca combatir el abandono de parientes descorazonados y crueles.Llega uno a la sala de convalescientes a la hora de las visitas y se arrima a la cama de su enfermo particular:- ¿ Cómo te sientes? Me dice la enfermera que te operaron esta mañana.- Comenta con una de esas sonrisas propias de anuncio de financieras, mientras el infortunado enfermo mueve los ojos - que es lo único que puede mover en ese momento- y desliza sus manos sobre las sábanas tratando de cubrir la herida de treinta y ocho puntos que dormita a lo largo del pecho.- ¡ Oye, qué carniceros estos medicuchos! ¿Cuántos puntos te hicieron esos bárbaros?Y la sábana infame, en contra de lo que pretende el enfermo, se resbala hacia sus pies y deja al descubierto la cicatriz descomunal e impactante que atrae la mirada de los cuarenta y cinco visitantes que en ese momento se amontonan en la pequeña sala del nosocomio.- ¡Guaooo! De verdad que es una herida de consideración- se aventura a decir un visitante de la cama vecina procurando entrar en una charla más amena que la que se ejecuta junto a su enfermo.- ¿Ya pasaron a curársela? En estos hospitales públicos hay que andarse con cuidado -comenta otro-. A una tía mía la operaron de unos juanetes la semana pasada y casi pierde la pierna por negligencia del médico y las enfermeras que se la dejaron infectar.- Mire, la peor desgracia es no tener dinero para pagar una clínica particular. Allá en mi pueblo operaron a un primo del apéndice y lo mandaron para la casa. A los dos días tuvimos que correr a medianoche para el hospital porque el muchacho se retorcía del dolor. ¿Qué cree usted que había pasado? Pues, nada; le habían dejado una gasa adentro y la infección casi se lo come vivo.A estas alturas de la visita, que recién comienza, el paciente de la cama quince, que espera ser operado dos días después, ruega llorando, a sus parientes, que se lo lleven a casa, porque repentinamente se ha comenzado a sentir bién.-Bien, nada. No sea flojo- le increpa un total desconocido dos camas más adelante, que ya le agarró confianza al ambiente- Uno nunca sabe, empieza a sentir mejoría un rato y al minuto siguiente está esperando turno en la sala de maquillajes de la funeraria.- ¿De qué le operan a usted? ¿Hemorroides? Vamos, no tiene por qué preocuparse... Bueno, aunque viendo lo mal que anda el gremio médico, no puede uno confiarse mucho. Mi abuelo era un tipazo saludable que en su vida había padecido siquiera un resfriado. Inventaron operarle unas hemorroides y a los tres días, ¡Zas!, le cantamos el último cuplé.El ambiente, ya tan pesado como una losa de concreto, parecía desmoronarse como un hielo seco. Los pacientes, con los ojos desencajados, transpiraban con dificultad, como si de repente un virus asmático se hubiese apoderado de ellos. Cuando la gigantesca y gorda enfermera anunció, con voz de trueno, el final de la visita, ninguno de los pacientes la odió: contrariamente, más de uno la adoró en ese momento.A las tres y quince de la madrugada, los parientes de aquél pobre hombre de la cicatriz de treinta y ocho punto, recibieron la infausta noticia: su familiar había muerto de un paro cardíaco veinticuatro horas después de una operación rutinaria, según había dicho su médico de cabecera.El pobre murió sin saber que el abuelo saludable del que había escuchado hablar en la última visita, que nunca sufrió un resfriado y que fue operado de hemorroides, falleció al tratar de cruzar imprudentemente, bajo un puente peatonal, una calle de cuatro carriles. Las molestias de la reciente operación le impidieron correr cuando uno de los buses no renovados del transporte público perdió sus frenos justo cuando él alcanzaba la mitad de la calle.

¡ Santo Dios...Mi hijo quiere estudiar!

En un mundo amenazado por el fantasma de la droga, la violencia y las reelecciones presidenciales hay que andarse con cuidado a la hora de criar a los hijos. Ya la cosa no es tan fácil como se pintaba algunas décadas atrás.Nosotros, las víctimas de la paternidad y maternidad responsable, sacrificamos horas de sueño pensando en el futuro de los niños: que si nos sale roquero, que si demostrará un nivel de inteligencia que para nosotros siempre fue esquiva, que si sabrá apreciar nuestra herencia cultural partiéndole la crisma al que se atreva a insinuar que existe bajo el sol algo mejor que el ritmo de Celia Cruz y, sobre todo, que nos acompañe en nuestras vigilias para pedir que, en las próximas efemérides de la Reina Madre, se le otorgue el título de sir a nuestro merenguero Johnny Ventura.En fin, preocupaciones más, preocupaciones menos, todos los padres sin excepción sufrimos por el porvenir de unos malagradecidos que, más tarde o más temprano, andarán sobre sus propios pies, se marcharán de casa y volverán acompañados de unos pequeños duendes que perforarán nuestros tímpanos gritando ¡abueeelooo!Por mi parte, después de meses de arduo análisis y estudio de la sección deportiva de La Prensa, he descubierto la luz al final del túnel.Unos días atrás decidí reunir un poco de leña y montar una hoguera. Mi mujer, al ver aquello, pensó que sin posibilidades para sufragar los gastos legales de un divorcio, había optado por una solución más dramática y definitiva. Después de explicarle mis propósitos volvió tranquilizada a la telenovela y yo seguí en mi tarea de sacrificar en la pira todos mis libros y revistas. Ni uno solo se libró de las llamas: Cervantes, Shakespeare, Ingenieros, Druker...¡Incluso mi colección completa de Daniel Samper Pizano y de Playboy!- En esta casa no quiero a ningún hereje con libros en la mano.Mientras todavía ardía el estante de los libros, corrí a la tienda deportiva más cercana y gasté mis últimos ahorros en implementos deportivos: bates, balones de fútbol y basketbol, raquetas, manillas...-¿Estás loco?, refunfuñó mi media toronja.- Locos estaban mis padres que permitieron que sacrificara mi infancia y juventud en ese antro de escuela, aprendiendo pendejadas: Que si Magallanes descubrió América, Que si Balboa era un economista español desempleado que nos colaron los conquistadores, que si Panamá está ubicada en el mero corazón del universo...Después de explicarle el asunto y de brindarme una merecida disculpa, mi esposa me ayudó a colgar un afiche de Figo, por cuyo traspaso el Real Madrid pagó 56.8 millones de dólares al Barcelona. Junto a él colocamos una foto gigantesca de Zinedine Zidane, cuyo mudanza al mismo Real costó la friolera de 68.8 millones. Arriba del televisor de la sala colocó una foto de Shaquille O'Neal, que en su momento le restó a las arcas de los Lakers 130 millones de dólares por acompañarlos durante siete temporadas. Por su parte, la puerta de la habitación del pequeño quedó cubierta por un poster gigante de Mike Tyson, quien 'violando' todos los antecedentes se apunta sus millonadas por cada repartidera de trompadas. La pared principal de la recámara luce tarjetas de Jason Giambi, inicialista de los Yankees de Nueva York, de Manny Ramírez y de Alex Rodríguez. Es lo menos que puede uno hacer para rendir culto al primero por encaletarse 120 millones por jugar siete temporadas, al segundo porque recibirá 160 millones por ocho temporadas y al tercero por los 252 millones en diez años ,tambien. Sobre la mesita de noche le colocamos la foto con marco nacarado de aquel basquebolista serbio de nombre impronunciable, Pedja Stojakovic, quien en su oportunidad firmó un contrato con los Maverick de Dallas por la graciosa suma de 90 millones de planchaditos verdes para cubrir seis años de servicios y encestes.Definitivamente, mi pequeño tiene su futuro asegurado- y de paso asegura el que me quede a mí-. Todo es cuestión de disciplinarlo y de inculcarle vocación por algunas de estas carreras deportivas. ¡ Y cuidadito con que lo vea haraganeando con algún libro! ¡ Lo muelo a correazos!

Comerás de la tinta de tu pluma

El trabajo, lo que se dice el trabajo, nació con muy mala prensa. Producto de un desliz y anunciado con bombos y platillos en un libro que no podemos poner en asomo de dudas. "Comerás del sudor de tu frente y perecerás", señala definitivamente el susodicho documento. Y no es que el pobre Adán llenaría el estómago pasándose la lengua por la frente, ni que terminaría apellidándose Pérez, por eso de "perecerás"; había fallado a su creador y la costillita le saldría bien cara de ahí en adelante.Así que culminando el bachillerato decidí regresar a los orígenes, me refiero a mucho antes del manzanazo, y obviar el castigo. Al fin y al cabo, los hijos no tenemos por qué pagar los platos rotos de nuestros padres. Razón por la cual decidí, en un arrebato místico, convertirme en caricaturista: si tenía que sacrificar ocho horas de mi ocio para percibir un sueldo, pues que el sacrificio resultara si no paradisíaco, por lo menos divertido.Abogados, banqueros, choferes de taxis y busetas y, sobre todos, los políticos...¡Ahhhh, los políticos! Esos bichos contradictorios y escandalosos, dinosaurios sin extinción; matería prima de grandes chistes y caricaturas.Esas, decidí, serían mis víctimas. Haciendo mofa de ellos daría mi grano de arena a la humanidad.Recuerdo, al inicio de mi carrera, con veinte años a cuestas, las angustias de mi madre ante la decisión profesional de su hijo. Como pasatiempo, pues, pasa.....pero ¡ vivir de ello ! ¿ A quién rayos se le ocurre que se puede vivir de monicacos? ¡Dios, qué he hecho para merecer semejante retoño!El tiempo pasaba y poco a poco consolidaba una carrera. Sin embargo, en cada nueva visita familiar a mi pueblo de origen no podía escabullirme de la misma cantaleta año tras año: Hijo,¿Cuándo te buscarás, finalmente, un trabajo serio?Hoy día, veintidos años después, con una esposa, dos hijos y una hipoteca a cuestas, las dudas de mi madre han cedido un poco. Media incrédula aún respecto a la posibilidad que alguien pueda vivir del humor me pregunta algunas veces: ¿No crees que va siendo hora de terminar la universidad? Mira que con eso del 11 de septiembre el mundo se ha puesto demasiado serio, todo el mundo ha perdido la sonrisa y uno de estos días amanecemos con que ya nadie quiere reír y que lo único que el público quiere leer son las historias esas de El Siniestro Doctor Mortis.Puesto que el cielo nos dá limones, hagamos con ellos limonada. Haremos chiste del doctorcito ese, míster Mortis. Al fin y al cabo, ¿para qué sirven los caricaturistas sino para reírse ahí donde el resto de los mortales se ponen solemnes?

Para chuparse los dedos


Hasta hace muy poco, eramos fieles creyentes de que el canibalismo, campante y rampante, estaba erradicado de la faz de la Tierra. A excepción de los episodios aislados y truculentos de los asesinos psicópatas que en un arranque gastronómico nos sorprendían cenándose a cualquier vecino, éramos capaces de jurar, ante notario y cardenal, que estas barbaridades eran un capítulo superado de la historia humana.Lejos, muy lejos, y hundidos en los pliegues de la memoria permanecían olvidados aquellos rituales primitivos en los cuales nuestros antepasados biológicos, para asimilar las virtudes de los héroes que despertaban sus envidias, procedían, previa sazón y pasada por la parrilla, a atragantarse con sus jarretes. Creían fielmente que para adueñarse del valor del guerrero caído en combate bastaba con comerse su hígado -el del muerto -.Si era inteligencia lo que anhelaban no había más que engullir las orejas de algún genio caído en desgracia; si el mismo resultaba extremadamente orejón, pues, mucho mejor, resultaban luego del banquete con niveles intelectuales como para apenar al más pintado catedrático que se toparan. Si de lo que se andaba escaso era de fuerza ya el menú resultaba un poco escandaloso. El debilucho en cuestión tenía que engullir los testículos de la víctima. Y crudos, preferiblemente. Asados o hervidos los platillos perdían una porción considerable de su virtud.Superadas estas manías culinarias, ligeras remembranzas de ellas nos llegaban a través de manifestaciones artísticas, siempre chocantes en cuanto asumían el tema.Dentro de la literatura hay quien le encontró usos políticos a eso de ponerle el diente al prójimo. Al ver el desmedido aumento de los niños indigentes en las calles de su Irlanda natal, Jonathan Swift propuso en un ensayo satírico que se estableciera la política de reservar a los hijos de los pobres como manjar para las mesas de los ciudadanos cuyos estómagos y bolsillos pudieran darse el gusto. Previa indemnización de los deudos, eso sí, y bajo condición de no invitarles a probar el manjar.Y aún las modernas manifestaciones del arte gráfico también se han regodeado en estos bufetes culinarios. Zhu Yu, un artista chino de treinta y dos años, estremeció a la vanguardia artística de Pekín con unas fotografías en las cuales se mostraba mordiendo diversas partes de un feto humano.Y aunque el repudio a semejantes comensales es pregonado a los cuatro vientos por la opinión pública, también es cierto que la audiencia alcanzada por la cadena británica Channel 4 alcanzó el millón de espectadores cuando se presentó el reportaje sobre el artista en cuestión, con fotos de la vajilla y el menú adjuntadas.Incluso un artista de la talla de don Francisco de Goya y Lucientes no pudo resistirse a los encantos de la carne humana. En una de sus famosas pinturas negras, Saturno devorando a sus hijos, el pintor español inmortaliza al dios romano en pleno festín filial. Luego de destronar a su padre, matándole y arrancándole los genitales, los oráculos le anunciaron que correría igual suerte en mano de uno de sus hijos por lo que, para evitar el desbanque y el genitalicidio, el gourmet romano se almorzaba a sus hijos a medida que nacían.Y aunque teníamos noticias de aquellos amantes que se comen a besos, o de los novios que bajo los efectos de una pasión juvenil se enredan en una orgía de mordiscos, el canibalismo, el campante y rampante en el cual alguien se almuerza a su prójimo sin ningún escrúpulo, ese canibalismo lo creíamos erradicado de nuestro entorno. Pero, claro, también creíamos erradicada la viruela y las armas químicas y nos equivocamos de canto a canto.¿Será que a consecuencia de este desencanto es que una pandilla de antropófagos se ha instalado en las estructuras de poder del coloso norteamericano y dispuesto para sus mesas y vajillas todo el fiambre humano que se les interponga en sus apetitos? Sólo así comprenderíamos por qué el señor George Walker Bush se ha inclinado por una nueva dieta abundante en proteínas humanas. Porque no de otra manera es que se explica su reciente obsesión por comerse vivo, primero a Saddan, y últimamente a quienes llevan la batuta en la vecina Irán. La pregunta que se impone es: ¿cuál es la cualidad que desea asimilar del platillo? ¿será el valor? ¿tal vez la inteligencia?...¡Ops! Esperemos que no sea la fuerza.