Cuando leo el periódico o veo los noticieros, no puedo menos que recordar a Borges cuando señalaba que "no importa que existan los pobres, lo importante es que no se sepa". Y en esto de ocultarlos no hay mejor herramienta que el lenguaje. Usted escribe ciudadano económicamente marginado y le ahorra al lector una palabra tan fea como pobre.
¡La concisión es un lujo que no quieren permitirse los comunicadores!
En vez de vaca nos espetan bovino; al miserable que con un bombazo borra del mapa a cien personas ya no le dicen terrorista, sino fanático ideológico. El atraso se ha venido a convertir en subdesarrollo, aunque sigamos estancados: no nos movemos en ninguna dirección, ya ni siquiera estamos en la vía; como siempre ocurre,creo que irresponsablemente nos hemos echado a un lado a mirar cómo caminan los demás.
Se forma una revuelta en la cárcel y ya no nos hablan de presos: ahora son internos. ¿ Y a los que a diario se escapan de las mismas se les llama fugitivos? No. Llámeles Houdinis.
La pobreza no es tal; dejemos a un lado la grosería y escribamos niveles bajo cero de ingresos.
Vuelvo y cito a Borges- apenas entregó los tenis es síntoma de cultura hacerlo- que decía: " un grupo de cambiantes militares se encarama al poder que nos maltrata durante unos siete años; a esta calamidad se le llama proceso".
En este afán eufemístico ciertos delincuentes lucradores cargan con el mote de dirigentes sindicales-sin ánimos de ofender a los delincuentes. Aquellos arribistas mal autodenominados líderes comienzan barriendo el local del sindicato y terminan pasando las vacaciones en Europa con el perro, la mujer y los hijos -y el segundo frente en el hotel de al lado.
Si a un par de burócratas malintencionados les importa un comino el futuro incierto de los viejos jubilados, pues se roban los fondos del Seguro Social y al final todos tranquilos.Aquí no se hablará de robo sino de un negociado.
Vista la utilidad de esta manía la hemos llevado a los niveles más personales. Ahora cobramos demás por un servicio y no es explotar al prójimo: es darnos a valer. Si además somos matones y lo hacemos junto con parientes y hermanos, entonces somos un séquito; que eso de pandilla atenta contra las buenas maneras.
Llega un fulano -que un par de días atrás vendía frituras en el colegio del hijito del ministro- y se gana una licitación millonaria para la construcción de una autopista gracias a su amistad con el nene de papá, eso ya no es tráfico de influencias: en buen castellano y apego a las normas de urbanidad decimos que es cabildeo.
Si además de la autopista le conceden la construcción de un corredor - en cualquier punto cardinal- y le regalan valiosas tierras aéreas, ¡pobre del ignorante que diga que eso es un atraco!: en buenos términos económicos eso no es más que globalización.
A las atrocidades y desmanes cometidos bajo el amparo de un puesto público se les señala como delitos políticos.
El agua es el preciado líquido, aunque durante los carnavales la derrochemos como frenéticos desaforados.
Y a esas abusivas batidas policiales se les endilga el calificativo de operativos de profilaxis social, así sean los funcionarios gubernamentales que las ordenan y realizan los más urgidos de una profilaxis. Y las áreas en que son ejecutadas, que ofenden la abundancia y molicie de los más, pasaron a ser cinturones de pobreza o áreas marginadas.
¡Santo Dios! El buen manejo del idioma no nos convierte en cómplices sinverguenzas del status quo o de los políticos de turno, sino en extraordinarios cronistas y, además, en prestidigitadores morales de nuestra época.
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