miércoles, 26 de septiembre de 2007

Las manzanas de Eva


Si en este momento ingresa la palabra “sexo” en el buscador de Google, le aparecerán cerca de 195 millones de entradas; mientras que la palabra “porno”le redituará con unos 128
millones de sitios concernientes al interés de sus hormonas. Si ingresó la primera palabra, usted ha pasado a formar parte del ejército de cinco millones de almas que, en palabras de Hitwise.com, teclean la palabreja cada día en la red.
La empresa analista de internet, N2H2, revela que todos los días unos 30 millones de personas se conectan a la red en busca de pornografía en los más de 260 millones de sitios virtuales que se la ofrecen.
Mientras que la industria pornográfica se desarrolla prácticamente en todos los medios: revistas, libros, cine, teléfono, televisión (satélite y cable ), VHS, DVD, y particularmente por Internet; son los medios audiovisuales vía satélite o el cable los que desfilan a la cabeza de las preferencias del usuario.
Unos 250 millones de personas consumen los servicios y productos de esta industria, que, según la revista Forbes, genera ingresos aproximados de 60 mil millones de dólares anuales. De esta orgíastica cantidad, entre 9 mil y 13 mil millones anuales corresponden al coloso norteamericano, cuyos ciudadanos, entre otras cosas, se gastan la friolera de 6 mil millones en la adquisición de películas de DVDs y cintas de video de alto voltaje.
La demanda de estos productos y servicios alcanza tan grandes proporciones que afamadas cadenas hoteleras como Hilton, Marriot y Westlin sucumbieron a los cantos de sirenas y ya distribuyen el sexo clase XXX en sus pantallas. Los números finales de estos hoteles achacan el 10 por ciento de sus ingresos a la contratación de estas cintas mediante el sistema de pago previo.
Lodgenet, uno de los grandes provedores de entretenimiento, registró ganancias anuales cercanas a los 200 millones por sus servicios a los hoteles: de aquellos, unos 100 millones gracias a los encuentros cuerpo a cuerpo en las pantallas de televisión.
“Somos un negocio de primer orden, punto y aparte”, declara en su momento Steven Hirsch, presidente de los estudios Vivid, uno de los principales distribuidores de películas de sexo explícito para las grandes compañías del entretenimiento como AOL Time Warner, AT&T y Direct TV.

Una industria bien montada
La industria porno genera en Estados Unidos más ingresos que la NBA. Mientras que los espectáculos de ópera, jazz, música clásica, cines y los teatros de Broadway, ¡todos juntos!, no igualan las enormes cantidades que el estadounidense se gasta en su desesperado esfuerzo por satisfacer a las hormonas..
Según la revista especializada Adult Video News ( AVN ), los estadounidenses se gastan 10 mil millones de dólares al año en pornografía.
Se estima que 5.5 millones de estadounidenses navegan más de 11 horas semanales en sitios pornos. Mientras que, según la empresa encuestadora Nielsen/Netrating, uno de cada cuatro usuarios de la red visitan sitios para adultos al menos una vez al mes. Del 40 al 60 por ciento de los sitios de la red contienen pornografía, lo cual le da una mano a las compañías de hosting de internet, revela YNOT Network, para levantarse unos ingresos cercanos a los 1,900 millones de dólares por albergar las páginas con estos contenidos.
El lecho de esta fulgurante industria, en Estados Unidos, descansa en el pacífico barrio de Chatsworth, en el valle de San Fernando, en California. Allí se llevan a cabo las sudorosas jornadas laborales distribuídas entre los 200 estudios que producen cerca de 11 mil películas pornos al año. Con seis mil personas empleadas, de las cuales 1,200 son actores. Con presupuestos que van desde los 20 mil dólares cómo mínimo, algunos estudios se llegan a gastar hasta 100 mil por producción.
Aquí el problema de género en el ámbito laboral se invierte: una actriz heterosexual, anota la revista Adult Video News, cobra de 300 a 5 mil dólares por escena, donde cada escena dura unas dos horas. Un actor, por su parte, sólo cobra la mitad. Adicionalmente, los salarios dependen de la fama de los protagonistas y de los malabares sexuales que estén dispuestos a llevar a cabo.

Latinoamérica en la cama
Al sur del Río Grande, la industria comienza a “despertar”. En México, para ser más específicos, los empresarios del sector buscan conquistar un mercado interno de 100 millones de consumidores, que hasta ahora sólo devoran productos piratas. La ley en el país de los charros prohíbe las producciones pornos con actores locales, lo que desanima a los inversionistas que se desvelan por meterle cifras millonarias al sector.
En Brasil, considerado como el principal productor de cine xxx en América Latina, el sector pornográfico factura unos 30 millones de dólares anuales, en palabras de la Asociación Brasileña de Empresas Eróticas. Este coloso sureño se perfila como el emergente paraíso de la industria que ofrece además de hermosas playas y mujeres despampanantes, costos bajísimos por producción.
En Brasil, como declaró a a AVN el realizador John T Bone, cintas que en otras latitudes cuestan 90 a 100 mil dólares, se pueden llevar a cabo “por 30 ó 40 mil, lo que posibilita espectaculares películas con un presupuesto más aceptable para la economía actual”. Esto ha ayudado a consolidar al país como el segundo productor a nivel mundial de material porno, luego de Estados Unidos, y seguido por Países Bajos, España y Japón.
Argentina también luce su aporte al género. A mediados de la década de 1980 se iniciaron tímidamente las producciones pornográficas locales, las cuales tomaron fuerza desde 1990 para recalar en una producción sistemática desde 1992 con las realizaciones de Roberto Sena, quien bajo el seudónimo de Víctor Maytland llevó a cabo más de una treintena de películas entre las que figuran Las tortugas mutantes pinjas, Los Pinjapiedras, Los Porno Sin Son, El Pitilín Colorado, Cosecha de lujuria, Secuestro Exxxpress y Carpas calientes. Sin embargo, la producción argentina del género continúa en una escala aún pequeña. La tierra del tango solo aporta unas 3 o 4 cintas por año, mientras que Brasil se pone a la cabeza con una 20 producciones anuales.
Colombia, por su parte, no le va a la zaga al género de las hormonas descontroladas. Esta nación fue pionera en los años 70, junto a Brasil, de la pornografía sudamericana; sólo que contrario a la tierra del samba y el fútbol, su producción no se mantuvo constante: algunos años se producían dos o tres cintas, mientras que otros años la actividad era nula. Actualmente, sin embargo, la tríada compuesta por Bogotá, Medellín y Santiago de Cali despiertan de su letargo y han logrado convertir al país en el tercer productor de material pornográfico en Iberoamérica y el tercer provedor de material para el canal Venus, después de Brasil y Argentina. El efectivo desarrollo de las producciones fílmicas y televisivas ha incidido acelerando el desarrollo del sector xxx. Con la llegada constante de productores de España, Estados Unidos, Ecuador y Francia, interesados en filmar con las estrellas criollas e internacionales, Colombia se ha convertido en una pequeña meca del cine porno.

No todo lo que gime es oro...
Los productores y las actrices de cine para adultos son las estrellas que hoy fascinan a los grandes auditorios de profesores y estudiantes que asisten a las Universidades a escuchar sus peroratas...o a comprar sus libros autobiográficos. “Mi afán por el exhibicionismo me convirtión en estrella”, declara en su libro Cómo hacer el amor como una estrella porno, Jenna Jameson, la que fuera señalada como un ícono cultural por la revista New York Magazine. “Las estrellas pornos aparecen en programas de televisión, en carteles y dan entrevistas sobre qué liberalizador es el porno para las mujeres”, escribe por su parte la ex actriz xxx Tracy Lords en Undemeath it all, que en su momento figuró entre los libros más vendidos de Estados Unidos.
A pesar de todo este oropel y brillo, mientras los unos hoy gozan de los frutos generados al calor de las pasiones, otros, que ayer resplandecieron, le proporcionan la cara triste a la historia del género.
Después de veinte años de carrera ( 1968-1988 ), de más de 2,200 películas y unas catorce mil mujeres dentro y fuera de los estudios de filmación, John Curtis Estes (mejor conocido como John Holmes),el hombre que en el pináculo de su fama cobraba tres mil dólares diarios y que compartió camas con figuras de la talla de Tracy Lords y la Cicciolina, murió víctima del sida en 1988. La muerte coronaba una estrepitosa caída que además de la adicción al valium y a la cocaína, incluía largo tiempo dedicado al tráfico de estupefacientes y algunos años privado de libertad por su complicidad en un crimen múltiple.
Linda Lovelace nació con el nombre de Linda Susan Boreman, el 10 de enero de 1949 en Yonkers, en el Bronx de Nueva York. Su padre era policía y ella lleva una vida normal durante su infancia y adolescencia. A los veinte años conoce a Charles “Chuck” Traynor, un productor pornográfico de poca monta que la introduce en el mundo de estas cintas. De 1969 a 1972 realiza películas por las que recibe, algunas veces, 50 dólares como salario por dos días de filmación. En 1972 filma Deep Throat (Garganta profunda), por la que recibe una paga de 1,250 dólares. La cinta contaba con un presupuesto de 25 mil para gastos de edición y distribución. Se estrena ese mismo año en el New Mature World y en los siguientes seis meses recauda 600 mil dólares, que van a parar a bolsillos de la mafia y el pequeño grupo de gente “prominente” que entonces manejaba la industria.Esta película convierte a Linda en un ícono y la lleva hasta la portada de la revista Time. Después de largos períodos de depresión y adicción a las drogas, de sufrir un cáncer de mama y hepatitis, de dejar el cine porno y de un fallido intento por una carrera cinematográfica seria, muere luego de un accidente automovilístico el 22 de abril de 2002, acompañada de su esposo e hijos y de la carestía económica que nunca se apartó de su lado. Hasta ese momento, el filme que la llevó a la cúspide de la industria porno llevaba recaudados ¡600 millones de dólares en ganancias!

Hedonismo en crisis.
Paradójicamente, la industria que en los años setenta impuso el VHS sobre el formato Betamax, hoy se mueve cuesta abajo a causa de los avances de la Red. Y resulta más paradójico puesto que la palabra sexo es la más tecleada en los buscadores, el 12 por ciento de las páginas existentes son de contenido adulto, el 35 por ciento de las descargas se relacionan con sexo, cada segundo hay más de 35 mil personas embebidas con escenas subidas de temperatura y circulan millones de correos electrónicos con sugerencias o fotos picantes.
La Internet se ha convertido en una ventana donde sólo se hace necesario poseer una pequeña cámara y encontrar a dos personas dispuestas a tener sexo frente a ella. Esto ha ejercido una fuerte influencia sobre los gustos en la red.
Conrad Son, figura de la pornografía española lo dice de manera tajante: “Nadie nos compra. Ahora lo que se lleva son los videos muy cortos colgados en la red, con dos personas en el sofá de su casa, sin diálogo, sin ambientación, sin calidad, grabados por aficionados, como se podría grabar la comunión de tu hermano. Están matando el mercado”. Y, también, para Nacho Vidal, conocido director y actor, protagonista de más de 1,500 películas de sexo, el asunto luce muy preocupante. “Si antes ganábamos 100, ahora ganamos 15”, declara angustiado, “el largometraje porno está obsoleto”.
Cada vez menos gente gasta su dinero comprando DVDs. Todo cuanto requieren de sexo lo encuentran en la Red, gratis o a precios ridículos. Cientos de miles de videos cortos, además de webcams e imágenes. La tecnología le ha clavado una enorme estaca al corazón de la industria sexual.
Pero, de las grandes crisis surgen las grandes respuestas, y la industria busca recuperar algo del terreno perdido y seguir marcando pautas en los gustos y tecnologías del futuro: en estos momentos las principales empresas del porno mundial preveen convenios con las empresas de medios de comunicación multimedia para sacar al mercado la opción de recibir videos e imágenes pornográficas a través del móvil. El sueño de todo adolescente -y muchos que ya no lo son tanto- hecho realidad: conectado las 24 horas con la tecnología y con Eros.
Quién se hubiera imaginado que tras la caída inicial de la manzana, el ser humano, la tecnología y el Placer caminarían tomados de las manos hacia el futuro. Y que el futuro sería una enorme página en blanco donde se seguirán escribiendo los capítulos olvidados del Kamasutra moderno.

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